La crudita: consumo y cultura del
petróleo
Por: Ricardo ''Riqui'' Mariani Rios
En los pasados días el
tema central de los puertorriqueñxs ha versado sobre la necesidad económica de
establecer un arbitrio al petróleo. Desde un punto de vista antropológico, la
famosa “crudita” es simultáneamente un reflejo de nuestra cultura política y un
espejismo de nuestra identidad. Pero, sobre todo, es un problema de consumo.
Si bien es cierto que el
petróleo es consumido en el mundo, no es menos cierto que en Puerto Rico el
consumo del mismo es excesivamente absurdo. En una isla como la nuestra, lo más
lógico, en términos geo-económicos, sería la apuesta por un sistema de transporte
público gratuito que incluyan al ciclista y al transeúnte, y por supuesto,
paralelamente, una reforma energética. La transición hacia el uso de fuentes de
energía renovable es una necesidad ecológica. Pero, como me dijo un señor
metafóricamente, refiriéndose en términos raciales al petróleo: “Mientras ande
el negrito por ahí, las cosas no cambiaran en el país”.
Ahora mismo los
puertorriqueñxs nos encontramos en una encrucijada, atrapados entre el binomio
consumo/producción vivimos a la deriva del combustible fósil más hostil y
perecedero de la tierra. El lenguaje del petróleo es al mismo tiempo una
institución y un instrumento del mundo
occidental. Su función es la
comunicación, el trasporte y la energía. ¿Por qué entonces ponerle un arbitrio?
Porque es un producto que en nuestro país tiene mucha demanda, más sin embargo,
la oferta es limitada.
El petróleo representa en
Puerto Rico el trasporte, los alimentos y la luz. Estas tres cosas no tan sólo
estructuran la economía, sino que socialmente nos impone un modus vivendi. En términos foucaultianos, el petróleo representa poder.
El poder de los importadores para dominar sobre la agricultura, el poder de los
políticos para eximir a las empresas de pagar la luz, el poder de los obreros y
las obreras para paralizar el país, y finalmente, el poder del pueblo en
general para realizar una revolución anticolonial.
Si en algunas
circunstancias las actividades del consumo pueden ser inseparables de las
actividades de producción, y el consumo es la utilización directa de un bien en
la satisfacción de las necesidades humanas, ¿desde cuándo en Puerto Rico el consumo
de petróleo es una necesidad? ¿es verdaderamente una “necesidad” el consumo de
petróleo en la isla? ¿Cómo afecta el consumo de petróleo en la producción de
bienes y servicios? Estas y otras preguntas me surgen a la hora de discutir el
tema de la “crudita” y su repercusión en la cultura nacional de los
puertorriqueñxs.
En una ocasión el
venezolano Rodolfo Quintero sentenció:
“La cultura
del petróleo tiende a impedir que el hombre logre ser él mismo y vivir en un
estado de síntesis creadora con otros seres o cosas. No le permite pensar ni
actuar por sí mismo; lo obliga a recurrir siempre a algo o alguien exterior a
él. Necesita reverenciar o servir, odiar o combatir a alguien. Lo hace tenso,
beligerante, violento, apasionado. La cultura del petróleo hace también hombres
pusilánimes que temen la autoridad, cobardes, timoratos, conformistas; hombres
gregarios” (Revista BCV,
vol. XXVI, n° 2, julio-diciembre 2011, pág.68).
Estoy profundamente
convencido de que en Puerto Rico la cultura del petróleo ha implicado una
colonización ideológica resultado de los cambios ocurridos a mediados del siglo
XX. La trasformación de una sociedad tradicional a una sociedad industrial en
la isla conllevó a una redefinición de las necesidades. La introducción del
automóvil y del “truck” durante los años ’40 tuvo como fin satisfacer la
producción de azúcar en la isla y no la necesidad de los habitantes para
trasportarse. Hoy, irónicamente, nadie puede consumir sin un auto ni tampoco
puede satisfacer sus necesidades.
Por último, la producción
de energía y la producción de alimentos en Puerto Rico resulta ser una
paradoja. Ambas cosas, necesarias para la vida cotidiana, serán indirectamente
afectadas por el impuesto al petróleo. Cuando se habla de la “crudita” en la
isla, no solamente debemos pensar en el aumento al precio de la gasolina, si no
que tenemos que tener en cuenta el aumento en el precio de la luz eléctrica y
en el precio de los alimentos. Por tal razón, es que dicho tema resulta
polémico y debería ser polemizado. Al igual que en Venezuela, luchar contra la
hegemonía de la cultura del petróleo en Puerto Rico no es sólo una operación
política para la descolonización, también es una gestión antropológica por la
reivindicación de una cultura tradicional.
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